Después de muchos años en ésta profesión he llegado a la conclusión de que el talento sin ilusión, sin vocación por jugar en cada partido solo le queda el trabajo. Y muchas veces da la sensación que a pesar de invertir los clubes el máximo, el costo-rendimiento no es demasiado relevante ni estimulante. Es como comer cada día el mejor menú, ya no te motiva, ya no haces demasiado por tenerlo.
Si a todo esto le unimos que cada día los responsables de las exigencias contractuales, llamase empresa, directores técnicos y especialmente entrenadores, callan, otorgan, tapan y no ejercen en muchos casos el papel que les corresponde, pues los jugadores “poco motivados” dan el rendimiento en función de su propia agenda.
Contra Canadá la selección española estuvo en ese nivel “día de trabajo obligado”. Todos reconocen que el partido no era el idóneo, que el importante debía jugarse cuatro días después contra Serbia. Incluso muchos opinan que mejor no hubiera sido programado. El seleccionador reconocía el mal juego, el momento de los jugadores a principios de temporada y todos los tópicos que hay que utilizar para “animar” a unos jugadores que saben, pueden si quieren, mostrar una imagen distinta, al menos en el plano de la actitud.
Llegó el gran día contra Serbia, España pudo y mereció ganar. Sin echar las campanas al vuelo hubo una mejora notable. Se marcó un gol que no está en el guión. Saque de esquina de Xavi, trayectoria corta, la salida de Raúl hacia el interior del campo, el golpeo con la cabeza de espaldas, por donde y como entró. Un “golazo” que Raúl no repetirá igual posiblemente nunca más. Hasta el final de la primera parte se siguió en la mejora pero con una realidad en el balance ofensivo: Que salvo otro golpeo de cabeza de Raúl al palo a centro de Del Horno en un escorzo y desvio, ya no hubo mas acciones claras de peligro.
Los mejores momentos de talento, improvisación, vocación, ilusión se proyectaron desde el comienzo de la segunda parte hasta que Serbia consiguió su gol, producto de errores encadenados, primero Casillas en su salida, después al no despejar en vez de querer retener el balón, la mala cobertura defensiva y la suerte en el desvio de Kezman. Estos pocos minutos, del 46 al 69, fueron realmente muy buenos. Y curiosamente fue cuando se dejó de lado “el guión”, el sistema, se funcionó con los valores que siempre hemos tenido que son de nuevo el talento, la velocidad, la individualidad, la improvisación desde el conocimiento, asumiendo el riesgo que este deporte exige y necesita para convertirse en espectáculo, a pesar de todos aquellos que han manifestado “que el quiera espectáculo se vaya al circo”.
El problema creo no es la clasificación o nó en los dos partidos que restan, el problema es mas de fondo ya que no parece que tenga solución a la vista de donde se dirigen las soluciones.
Algo no debe estar funcionando bien en el fútbol mundial, para que todos los sistemas de juego que se utilizan desde hace unos años, en la formación y desde Pre-Benjamines hasta profesionales sean los mismos. Equipos de clubes o selecciones nacionales, dejan de lado las características individuales y forjan un jugador tipo que se adapte al sistema, con poca vocación deportiva, nula atención en el aprendizaje (sálvese el que pueda), con consejeros familiares y representantes que en vez de ayudarles solo buscan mejoras económicas que una vez conseguidas, encajar sin hacer demasiado ruido en vestuarios de máximo nivel, donde no se valoran en su justa medida las discrepancias, la personalidad, la vocación, la ilusión, las ganas de jugar, de arriesgar, de provocar, para intentar ganar. Dinero, robotización, publicidad y poca dedicación no son los mejores medios para ganar aunque a veces se consiga y la victoria encubra las deficiencias.
España se clasificará o nó, pero seguiremos arrastrando los problemas de fondo y estos no se resolverán con las criticas exageradas, con los entrenadores al uso actual, la broma continua de profesionales de la información que han encontrado en el fútbol “su crónica rosa”, filón incansable para empresarios sin demasiado cariño por un deporte extraordinario, que espero soporte los vaivenes que ésta época está imponiendo.
Si a todo esto le unimos que cada día los responsables de las exigencias contractuales, llamase empresa, directores técnicos y especialmente entrenadores, callan, otorgan, tapan y no ejercen en muchos casos el papel que les corresponde, pues los jugadores “poco motivados” dan el rendimiento en función de su propia agenda.
Contra Canadá la selección española estuvo en ese nivel “día de trabajo obligado”. Todos reconocen que el partido no era el idóneo, que el importante debía jugarse cuatro días después contra Serbia. Incluso muchos opinan que mejor no hubiera sido programado. El seleccionador reconocía el mal juego, el momento de los jugadores a principios de temporada y todos los tópicos que hay que utilizar para “animar” a unos jugadores que saben, pueden si quieren, mostrar una imagen distinta, al menos en el plano de la actitud.
Llegó el gran día contra Serbia, España pudo y mereció ganar. Sin echar las campanas al vuelo hubo una mejora notable. Se marcó un gol que no está en el guión. Saque de esquina de Xavi, trayectoria corta, la salida de Raúl hacia el interior del campo, el golpeo con la cabeza de espaldas, por donde y como entró. Un “golazo” que Raúl no repetirá igual posiblemente nunca más. Hasta el final de la primera parte se siguió en la mejora pero con una realidad en el balance ofensivo: Que salvo otro golpeo de cabeza de Raúl al palo a centro de Del Horno en un escorzo y desvio, ya no hubo mas acciones claras de peligro.
Los mejores momentos de talento, improvisación, vocación, ilusión se proyectaron desde el comienzo de la segunda parte hasta que Serbia consiguió su gol, producto de errores encadenados, primero Casillas en su salida, después al no despejar en vez de querer retener el balón, la mala cobertura defensiva y la suerte en el desvio de Kezman. Estos pocos minutos, del 46 al 69, fueron realmente muy buenos. Y curiosamente fue cuando se dejó de lado “el guión”, el sistema, se funcionó con los valores que siempre hemos tenido que son de nuevo el talento, la velocidad, la individualidad, la improvisación desde el conocimiento, asumiendo el riesgo que este deporte exige y necesita para convertirse en espectáculo, a pesar de todos aquellos que han manifestado “que el quiera espectáculo se vaya al circo”.
El problema creo no es la clasificación o nó en los dos partidos que restan, el problema es mas de fondo ya que no parece que tenga solución a la vista de donde se dirigen las soluciones.
Algo no debe estar funcionando bien en el fútbol mundial, para que todos los sistemas de juego que se utilizan desde hace unos años, en la formación y desde Pre-Benjamines hasta profesionales sean los mismos. Equipos de clubes o selecciones nacionales, dejan de lado las características individuales y forjan un jugador tipo que se adapte al sistema, con poca vocación deportiva, nula atención en el aprendizaje (sálvese el que pueda), con consejeros familiares y representantes que en vez de ayudarles solo buscan mejoras económicas que una vez conseguidas, encajar sin hacer demasiado ruido en vestuarios de máximo nivel, donde no se valoran en su justa medida las discrepancias, la personalidad, la vocación, la ilusión, las ganas de jugar, de arriesgar, de provocar, para intentar ganar. Dinero, robotización, publicidad y poca dedicación no son los mejores medios para ganar aunque a veces se consiga y la victoria encubra las deficiencias.
España se clasificará o nó, pero seguiremos arrastrando los problemas de fondo y estos no se resolverán con las criticas exageradas, con los entrenadores al uso actual, la broma continua de profesionales de la información que han encontrado en el fútbol “su crónica rosa”, filón incansable para empresarios sin demasiado cariño por un deporte extraordinario, que espero soporte los vaivenes que ésta época está imponiendo.